RELATOS IMBERBES
El latir del Bushido
La densa bruma de la mañana amenazaba con disiparse, dejando paso a los débiles rayos del sol del otoño. Como cada día durante los últimos treinta años, Satunuke Sakugawa efectuaba su habitual recorrido matutino, diez kilómetros, por la orografía de la región de Naha, con sus bellos parajes y empinadas pendientes. Su paso ágil, rápido, firme, seguro y potente, se asemeja al de un tigre, a sus sesenta años Sakugawa sensei disfruta de una forma física envidiable.
Nacido en el 1786, considerado en la isla de Okinawa como el primer maestro de la disciplina To De (Arte marcial precursor del actual Karate), Sakugawa sensei había sido instruido desde su niñez en los principios fundamentales del Bushido, pues él, se consideraba un guerrero al servicio exclusivo de su emperador.
Estaba dedicado por entero a la enseñanza de su arte marcial. En su Dojo, solo se permitía educar a 9 alumnos y durante un periodo continuado máximo de 9 años, es decir, si el candidato entrenaba a diario y conseguía su permanencia durante 9 años se graduaba y abandonaba la academia para continuar su propio camino como sensei.
Sin embargo, sucedía con frecuencia que los estudiantes abandonaran sus enseñanzas mucho antes del tiempo límite, bien por no poder soportar las exigencias del sensei, bien porque consideraban que habían aprendido lo suficiente.
Era por lo tanto, poco habitual recibir la visita de nuevos estudiantes, dada la dificultad de acceso, puesto que nadie conocía a priori las cualidades que el sensei consideraba adecuadas para formar parte de su elenco de discípulos.
Curiosamente esa misma mañana, al volver de su habitual caminata, se encontró una joven, en Zazen, frente a la escalinata de acceso a su residencia. Lo primero que observo Sakugawa sensei, fue el ritmo acompasado de su respiración, rítmica, pausada, sin tensión, relajada. A cualquier otro le habría dado la impresión de que la muchacha estaba dormida. El sensei supo al instante que se encontraba en un estado de concentración denominado Mokuso, el pensamiento silencioso,
Buenos días joven ¿puedo serte de alguna ayuda? requirió Sakugawa.
La muchacha abrió los ojos, apoyo una mano en el suelo y con un ágil cambio de posición enfrento la figura del sensei.
Buenos días señor, saludo con una inclinación de su cuerpo.
¿Es usted Sakugawa sensei? interrogo la joven con firmeza.
Así es, respondió Sakugawa.
La muchacha se incorporo con elegancia y agilidad, volviendo a saludar con una inclinación a Sakugawa.
Me llamo Fumiko Giken, vengo de Osaka, aunque tengo familia en Okinawa, deseo que me admita como alumna en su Dojo.
El maestro observo detenidamente el rostro de Fumiko, permaneciendo durante unos instantes en silencio. En ningún momento fue capaz de percibir alteración alguna en su semblante, su cuerpo permanecía en calma, irradiaba una absoluta confianza en sí misma.
Con un gesto, le indico que le siguiera. Fue en ese preciso instante, donde Sakugawa advirtió una emoción no controlada en la joven, un gesto de satisfacción.
Así fue, como Fumiko inicio su camino en el arte marcial To De, siendo la primera mujer aceptada en el Dojo Sakugawa. El grupo de estudiantes del Dojo Sakugawa quedo completado, formado por siete kohai: Yamazato, Matsumora, Nagamine, Shiroma, Ishikawa y Fumiko.
1. Un relato sobre el Honor
Eran los últimos días de junio, el final de la estación lluviosa. Este año la intensidad de las lluvias había sido considerable, causando ciertos problemas a la población de La Villa de Tomari.
Esta villa, se encontraba bajo la jurisdicción del gobernador Nago Choken, un personaje bien conocido por su falta de carácter y de escasa influencia en la corte del reino.
Después de que el Rey de las Ryukyus abdicara, un número indeterminado de nobles, intentaron apropiarse del mayor número de propiedades posible y formaron grupos de oficiales para que se encargaran de la gestión. Algunos se dirigieron a la Villa de Tomari para apropiarse de las mejores, sin que el gobernador hiciera nada para evitarlo.
Por estas fechas, decidió Fumiko visitar a sus parientes de La Villa, la familia de su tío Kosaku Giken. Fue un recibimiento entrañable, su tío y su familia querían y tenían en alta estima a su sobrina, sus primos, unos niños encantadores, estaban fascinados con los relatos que su prima les regalaba.
Los días transcurrían plácidamente, sin que Kosaku pusiera en conocimiento de su sobrina las penalidades que estaban sufriendo algunos de los vecinos importantes de La Villa, el expolio al que estaban siendo sometidos y la nula intervención de la autoridad, el gobernador.
Una noche la puerta de la vivienda salto en pedazos ante la furia del ataque perpetrado por varios soldados, la sorpresa fue enorme y causo tal conmoción que cuando Fumiko quiso reaccionar se encontró bajo el peso de una red que le impedía realizar ningún movimiento, máxime cuando un soldado se dedico a golpear las cabezas de los atrapados hasta dejarlos a todos inconscientes.
Los soldados arrastraron a su tío Kosaku, hasta el exterior de la casa y le sometieron a todo tipo de vejaciones y torturas, minando su espíritu, quebrando su cuerpo, consiguiendo que su vergüenza fuera tal, que la única salida que encontró cuando lo soltaron fuese el suicidio.
Los ojos de Fumiko fueron entreabriéndose, poco a poco, mientras recuperaba el conocimiento.
Acto seguido, inspira profundamente y se concentra en escuchar a su propio cuerpo, su mente se dirige a la punta de los pies, hacia las extremidades inferiores, subiendo hasta el tronco, pasando por las extremidades superiores, y terminando el escaneo en la cabeza, fue aquí donde tomo conciencia de la brecha, que todavía sangraba, producida por el mango de madera de la lanza del guerrero que los había golpeado.
La joven sé concentra en poder combatir el dolor que le ha causado el golpe recibido, hasta que poco a poco consigue controlarlo y hacerlo desaparecer. Intenta incorporarse, pero sus pies y especialmente sus manos se encuentran atadas a su espalda, busca con la mirada algún objeto, pero en su situación quedan fuera de su alcance, intenta probar la tensión de sus ataduras, imposible, están fuertemente anudadas. Sin pensárselo dos veces, se encoge sobre sí misma hasta tocar con su cabeza sus rodillas, pasando a continuación sus brazos de la espalda hacia su torso, consiguiendo desatar primero sus pies y hacer lo propio con sus manos.
Por el ritmo acompasado de sus respiraciones y un examen rápido,comprobó que sus familiares, se encontraban ilesos, esta situación consiguió disminuir en parte su preocupación, seguían inconscientes. El que no se encontraba en la estancia con ellos, era su tío. El temor, por un instante, apareció reflejado en su rostro y sintió como si una mano imaginaria apretara con fuerza su corazón. Con un nuevo esfuerzo, calmo su miedo, comprobó que no había ningún nuevo peligro a su alrededor y traspaso la puerta hacia el exterior de la vivienda en busca de su tío.
Habían transcurrido menos de 48 horas desde que ella y su familia habían recibido el brutal ataque, lo primero que hizo Fumiko fue poner a salvo a sus familiares y encargarse del sepelio de su tío, acto seguido dedico toda su atención a localizar a los responsables del atentado.
Las gotas de sudor formaban verdaderos afluentes en el rostro del samurái, Fumiko mantenía fija su mirada en el hombre que empuñaba la katana, horas antes había encontrado y eliminado, uno a uno, a todos los integrantes del grupo de soldados que habían participado de la agresión a ella y a sus familiares, dejando para el final a su comandante, el responsable de las torturas y humillaciones infringidas a su tío y que le llevaron al suicidio.
En este momento, la joven Fumiko está midiendo mentalmente la distancia, Ma-ai, que la separa del samurái, calcula el alcance del ataque con la katana, inclina su cuerpo ligeramente hacia adelante con la rodilla doblada adoptando la postura adecuada, Shisei, apoyándose en la almohadilla del pie, Koshi, tensa sus músculos concentrando la energía, mientras se mantiene continuamente en alerta, Zanshin. Su visión se magnifica, se transforma en panorámica, lo abarca todo.
Con la velocidad del viento el samurái ataca adelantando su pie y efectuando un corte de arriba a abajo con su afilada katana, su sorpresa es mayúscula, su ataque se pierde en el vacío, su mente no comprende cómo ha podido fallar el golpe, ahora ya no importa, está muerto.
Al percibir el primer movimiento de los hombros del samurái, el cuerpo de Fumiko ha salido disparado hacia adelante y en diagonal, realizando un tai sabaki perfecto, un desplazamiento en irimi, ocupando el lado muerto del atacante y golpeando con el puño en uraken uchi a la sien, produciéndole la muerte de manera instantánea.
Sin mostrar ningún signo de emoción, observa fijamente el cuerpo inerte del guerrero, en su rostro se dibuja una ligera mueca de asco. Superado ese fugaz sentimiento, gira su cabeza hasta encontrar con su mirada el camino que le conducirá hacia la residencia del gobernador de la provincia.
De inmediato, paso a paso, con decisión, comienza a andar.
Han transcurrido más de 60 años, en las afueras de la ciudad de Tomari se encuentra una gran piedra de mármol negro, pulido, brillante como el azabache, con unas inscripciones en color blanco que resaltan sobre su superficie, como queriendo trascender lo mundano y alcanzar las estrellas.
Un joven abogado llamado Yoshio Tsuchiya, descendiente de la familia Giken, mantiene un prolongado y respetuoso silencio ante el imponente monolito homenaje a su tatarabuela materna, deposita una pequeña cesta de flores blancas con cintas de color rosa, se inclina respetuosamente y acto seguido abandona el lugar.
En la superficie de la piedra se puede leer la siguiente inscripción: “A Fumiko Giken, la del puño santo, una mujer de honor y justicia que vivirá para siempre en nuestros corazones”
Osss!!!
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